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miércoles, 18 de mayo de 2011

My sweet lord

La relación que tenían era de dos buenos vecinos, aunque él le tuvo ganas desde la primera vez que la vió. Tenía unas tetas divinas, un físico bárbaro: flaquita y con buen culo y cara de atorranta “fina”: adicta al sexo oral, según él. Cada vez que se cruzaban, trataba de disimular las ganas de voltearsela, con un buen día amable y algún que otro comentario afable. No la avanzaba porque el marido de ella le caía bien. Si no hubiese sido por eso, seguro que algo hubiese intentado; claro está que al margen de esto, más de una vez le dedicó una.
Se puede decir que Martín era exitoso con las mujeres, todo un ganador. Era una persona enigmática, atrevida, seria y desfachatada. A la vez, irónica, sensible; un combo difícil de resistir para el sexo opuesto. No era de esas personas que hablaran demasiado, todo lo contrario. Decía lo justo y necesario; pero tenía un lenguaje corporal: sus gestos, su tono de voz, su mirada, una mirada que por momentos podía ser esquiva. Aunque en el momento justo, te clavaba sus ojos marrones, penetrantes, transparentes; y hacía que el tiempo se parase. Su cabello castaño, sus cejas anchas, sus gestos marcados, sus labios carnosos, su postura segura, su cuerpo atlético y su metro ochenta y cinco; eran esas cosas que facilitaban el acercamiento a cualquier chica que él se propusiese conquistar y que cualquiera de “la banda” envidiaba de él. Que pedazo de hijo de puta: como salía de una situación complicada, sólo con una sonrisa o un “dejalo que fluya” (como él decía); que fácil hacía lo difícil.
En las reuniones sociales de las “pibes” tenía el mote de ser un excelente relator de anécdotas. Aunque siempre contaba las mismas, se las arreglaba para mechar con algún condimento nuevo, sin importar a esa altura si era cierto o no –aunque no mentía, a lo sumo exageraba-. Siempre sumaba en cualquier grupo.
Realmente una persona que le sobraba paño. El carisma era un don natural, y lo sorprendente que no era una persona ni arrogante ni pedante, sino más bien lo contrario. Lo que hacía que la mayoría de la gente lo quisiera. Era un tipo noble, frontal y sincero.
Fue esa chica Carolina, la que lo llevo naturalmente a ese trío de ensueño. La conoció en un bar esos llenos de extranjeros, que abundan en el centro. A esa altura de la noche Martín ya se encontraba con su tercer whisky encima, y solo: porque sus amigos ya se habían ido. La vio en al barra, una pendeja de sonrisa divina, muy sensual, no apta para principiantes, y acompañada de una amiga. Sin pensar demasiado se acercó, le pasó suavemente la mano por la cintura, y le dijo al oído:
-          Estoy seguro de que si nosotros dos nos ponemos a conversar, esta noche la podemos pasar mucho mejor de la que la venimos pasando.
-          Estas tan seguro? – le contestó ella en un tono frío y distante.
El sabía que iba a tener que trabajar y recurrir a todo su ingenio para dar vuelta el partido.
-          Totalmente. 100% seguro. – replicó él con su mejor sonrisa de “Don Juan”.
-          No creo. – contestó ella muy cortante y con mucha cara de ojete.
-          Tenés razón, contra esa actitud cerrada que tenés no se puede hacer nada. Mirá, nena, yo te venía a ofrecer una conversación interesante porque percibí que sos inteligente, a parte de bonita. No te vine a sugerir un trío con tu amiga; sólo una conversación agradable. Pero bueno, puede ser que no vine en tu mejor momento, querrás estar con tu amiga, yo no te caí bien o no tenés los planetas alineados. Así que hagamos una cosa, me voy, te dejo tranquila; pero también te dejo mi tarjeta, por si cambias de parecer: me llamas y salimos. – le contestó él, y la despidió besándola muy suavemente en la mejilla.
Dio media vuelta y se fue. A los 10 pasos ya estaba conversando muy animadamente con otra chica. No obstante,  Carolina, como buena histérica que era, se quedo observando como charlaban. Desde la distancia se veía que la conversación era agradable, por la manera en que gesticulaban. A los cinco minutos, estaban besándose apasionadamente. Carolina se sintió celosa y realmente comenzó a desearlo en ese momento. Tomó la tarjeta que le dejó Martín, y le mando un SMS: “Tengo ganas de estar con vos. Te espero en la barra.”
Cuando el leyó el mensaje dudó por un instante en salir a su encuentro, pero realmente le atraía más Carolina, así que se despidió previo intercambio de teléfonos y se acercó a la barra, ahí la vio a ella. Se acercó seguro y lento: cuando estuvo cara a cara, apoyo sus manos en la barra, cercándola con sus brazos, casí dejándola sin posibilidad de moverse, y le dijo, susurrándole al oído: “Me alegro que hayas cambiado de opinión, igual date cuenta que ahora no tenés escapatoria.”. “Mi idea es no escaparme a ningún lado”, respondió ella con un tono muy sensual, de perra dominada. El tomó con su mano derecha su mentón, la miró unos 5 segundos y comenzó a besarla suavemente. Primero labio con labio, luego comenzó a morder suavemente sus labios. Luego hizo contacto con su lengua, lengua con lengua iban y venían, ella comenzaba a excitarse. La tomó de la cintura y comenzó a hacer contacto con su sexo erecto suavemente sobre su pubis. Bailaba lentamente con ella, mientras la apoyaba, comenzó a besarla por detrás de las orejas, suavemente. Pasaba su lengua y le exhalaba y le susurraba: “sos muy sensual, me excitas mucho, nena”. Ella en ese momento estalló. Comenzó a gemir entrecortadamente. Deslizó su mano desde el pecho de Martín hasta su pene, que a esta altura estaba en toda su plenitud erecta. “Estamos dando un espectáculo, vamos a un lugar más tranquilo”, le dijo ella con su voz entrecortada.
Martín había dejado el auto a 1 cuadra, saludó al “patova” de la puerta chocando su mano derecha, mientras con la izquierda la abrazaba a ella.
-          Como te soltaste nena! Estas desenfrenada, así me gustas.
-          Sí, no suelo ser asi, pero no se que tenes vos, que perfume usas?
Que pregunta pelotuda pensó él, por favor no puedo creer la boludez que está diciendo esta mina. Pensó para sus adentros Martín.
-          Macho, pija. De Calvin Klein – se le ocurrió contestar.
Llegaron al auto, Martín le abrió la puerta como un caballero, dio la vuelta al auto, subió por su lado y cerró la puerta. Apenas sucedido esto, ella se le tiró encima y comenzó a besarlo con excitación. A él no le gustaba que lo dominaran en el sexo: 
-          Nena, recatate un poco, a este ritmo no vamos a llegar a mi casa
-          Si, yo no soy así, pero no me puedo controlar. Quiero tocarte, que me toques, hacer el amor con vos, ya.
En ese mismo momento puso el auto en marcha y salió arando. A los pocos minutos ella comenzó a acariciar sus piernas, subiendo lentamente hasta su sexo. Comenzó a frotar delicadamente su miembro, que a los instantes estaba erecto. “Dejame, quiero besarla, dejame sentirla dentro de mi boca, por favor”, le suplicó a Martín. Desde ese momento el conducir se le hizo casi imposible, aminoró la marcha casi a paso de hombre: ella se inclinó, desabrochó su pantalón, comenzó a masturbarlo lentamente, mientras con su lengua rozaba su cabeza. “Me encanta tu pija” – le dijo en susurros, mientras se la introducía lentamente, siguiendo con un movimiento delicado de sube y baja con su mano. Jugaba con ella dentro de su boca, por momentos le pasaba la lengua por todo su contorno superior, hacía una pausa y comenzaba nuevamente con el rito. Martín se retorcía del placer, tratando de mantener la marcha lenta. “Dámela, la quiero toda”, le pidió ella. El frenó el auto en doble fila, no podía más. “Si, nena, tomala toda”, le dijo con voz entrecortada mientras acababa con un placer infinito. Quedó temblando dos minutos por reloj extasiado del placer, tratando de volver en sí. A los quince minutos estaban en su hogar, le abrió gentilmente la puerta de entrada, y en el ascensor comenzaron a matarse a besos, él comenzó a tocarle las tetas mientras le decía al oído: “Me volves loco nena, sos preciosa”, la levantó para poder seguir besándola mientras trataba de abrir la puerta del departamento. Martín tenía todo preparado para este tipo de situaciones: música tranquila, chill out, unas esencias aromáticas y un champagne en la heladera. La recostó en el sillón: “Dame un minuto que abro un champagne, ya estoy con vos bonita”. Prendió el hornito aromático, puso la música indicada, y volvió al sillón con dos copas, y el champagne dentro de un balde con hielo.
(Continuará)

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